La cita previa había sido poco alentadora, con una interna de la barra más que pesada. Eso motivó la aplicación del derecho de admisión para esos violentos que habían opacado la fiesta contra Guaraní Franco. Pero ayer, en La Ciudadela se vivió el encuentro en paz, con los protagonistas en el campo y no en las tribunas, como manda el fútbol en su expresión más esencial.

Con las puertas cerradas para aquellos falsos amantes de San Martín, los que gozaron fueron los verdaderos hinchas, esos a los que la dirigencia les había garantizado seguridad. Promesa cumplida.

El "santo" fue de la gente. El pedido que ellos mismos se cansaron de corear cada vez que los violentos le daban mala fama a la figura de fanático "albirrojo" se cumplió.

Lo mejor de todo fue que para ellos hubo regalo, y devolución de gentilezas por ese aliento desinteresado, por puro amor a la camiseta. El equipo no brilló, pero si se quedó con tres puntos vitales para lo que viene. Cumplieron todos.